Summer Bloom - Cap. I -








Hola a todos!! Bueno, regresé a las andadas por fin. Traigo aquí mi nuevo y tan ansiado Fic (o novela, relato o lo que les guste de nombre). Esta vez se trata de un Fiction totalmente original con una historia más que nada romántica, con toques de comedia, algo de drama y moar cositas gay e3eU
Espero lo sigan y les guste mucho. Aviso, es yuri!! (osea, relaciones entre chicas) así que si no gustan de este tipo de cosillas, mejor huyan. De todas maneras, este primer capítulo no es fuerte, solo un primer paso para darle inicio a esta linda historia. Y bueno, me voy, lean y ámenme(? 

 

- Summer Bloom -

CAPITULO I


Comienzo de clases. Un nuevo año aguarda como el lirio que espera el verano para florecer. Nuevas caras, mucho ruido, un sinfín de responsabilidades abalanzándose sobre mi, y yo aquí, tomando café como si no hubiera un mañana. Detesto tanto mi vida. A veces preferiría haberme dedicado, no sé, a tejer y vender mis porquerías en la feria hippie de la ciudad. Mi madre siempre lo decía, cría cuervos y te sacaran los ojos y ese, señores, ese es precisamente el sentimiento que yo tengo cada día de mi asquerosa vida. Ver como esa masa infesta de estudiantes con las hormonas revolucionadas espera mi llegada, distraídos con sus celulares, sus amores platónicos, sus dramas de adolescentes conflictuados y sus dilemas existenciales… simplemente me da arcadas.

Ahora que mis pasos retumban por los pasillos impecablemente limpios y con un aroma a desinfectante que penetra sin permiso mi nariz, siento que es el momento correcto para buscar una salida a todo esto. Quizá lo mejor sea escapar. Renunciar a esta porquería de escuela, buscar algo que me haga verdaderamente feliz, un hobbie, un desafío. Algo que, incluso, amplíe mis horizontes creativos. Pero no, es demasiado arriesgado. Negar con la cabeza no me basta para quitarme esa entupida idea ¿Cómo se me puede ocurrir algo así? No, eso no servirá de nada. Al final me pasará lo de siempre; pondré todo mi empeño en mi nuevo proyecto y a la mitad me aburriré y simplemente querré volver a dar clases, desearé volver a la rutina, a mi zona confortable. Vacía, sí, pero confortable al fin.

La campana resuena por todo el edificio. Es hora, ya no hay vuelta atrás. Ni aunque mi alma esté tironeando de mis hombros para hacerme actuar impulsivamente y huir de aquel sitio. Debo enfrentar mi destino. Esta es mi realidad. Una vida plana, aburrida, simple. Sienna, afronta tus temores! Abre la puerta y da la cara a tus enemigos.

    Buenos días clase, mi nombre es Sienna y seré su profesora de Literatura este año. Espero no compliquen demasiado mi existencia para que yo no deba complicarles la suya durante el nuevo siclo lectivo. Ahora bien…

No me estaban escuchando. Ni siquiera me dirigieron una mísera y despectiva mirada. Era imposible que ese montón de basura y yo nos lleváramos bien. Los motivos por los que podría llegar a interesarme en impartirles mi sabiduría a estos chicos iban disolviéndose en el espacio como gotas de lluvia en verano.  Tendría que haber escapado, hubiera sido mejor opción. No lo podía evitar, me habían quitado la poca cordura que hasta entonces había sabido mantener.

    Muy bien, si así vamos a empezar, así es como vamos a continuar el resto del año, criaturas  despreciables. Saquen ya mismo el libro de estudio y lean el texto de la página treinta y ocho. Pero léanlo cuidadosamente, que en cinco minutos me dedicaré a poner malas calificaciones a cada uno de ustedes ¿Nos vamos entendiendo, queridos?

Mi sonrisa abarcaba el ancho de mi cara y dejaba ver claramente mis más sinceras intenciones. No me interesaba ser agradable, no me importaba que me quisieran, ni mucho menos llevarme bien con alguno de esos críos. Reconozco que ver sus rostros espantados al golpear ambas manos contra el escritorio fue divertido, pero no tanto como lo que planeaba a futuro. El director me había pedido, con su típica vocecilla de gusano irresoluto, que cuidara mis modos, que no gritara tanto y que fuese un poco, tan solo un poquito más accesible con “los muchachitos”, como a él le gustaba denominar a ese grupo de parásitos. En dicha conversación, no tuvo mejor idea que sacar a relucir sus rencores y reproches de una relación de años, muchos años atrás y de la cual, si me permiten agregar, me avergüenzo sobremanera. Estaba claro que lo nuestro había terminado mal. Todo el equipo docente, incluso el sector de limpieza y mantenimiento del colegio, eran conocedores de aquella historia de pasión, locura y muerte. Okay, exagero, no hubo pasión. Tal vez sí algo de locura, al menos de mi parte, pues no logro razonar cómo es que una persona como yo llegó a vincularse sentimentalmente con… un espécimen como él. Y sobre la muerte, digamos que una parte de mi murió como aquella relación. Pasar un año junto a un tipo que está más preocupado porque no se le note la calva que por lo que le pase a su pareja, no es aconsejable para la salud mental de nadie, se los aseguro.

    Ahora, todos cierren sus libros y miren al frente. No esperaré, así que aquel que no haya concluido la lectura tendrá que aceptar su condena con la mejor cara posible. No, no me importa que sea el primer día, si es eso lo que están pensando. Y por si se lo están preguntando, sí, me vale menos que un rábano lo que ustedes crean de mi. Saquen una hoja y que comience la matanza, es decir, el examen, mis queridos.

Tuve que hacer una pausa para respirar profundamente. El hecho de pensar siquiera en el resultado de aquel ensayo ya me desquiciaba. Tener que revisar hoja por hoja la sarta de idioteces incoherentes que esos chicos iban a escribir me ponía de muy mal humor. Era científico, en todos mis años de docente, jamás de lo jamases había tenido un alumno decente, una luz entre tanta oscuridad, una flor de loto que me sacara una mueca alegre. Nada. Y dudo mucho que esta vez si pase. Recogí banco por banco los exámenes. Se trataba de una producción escrita en base a una noticia, solo debían de escribir un cuento fantástico utilizando el artículo que les había hecho leer. Sencillo realmente, considerando que se trataba de alumnos de secundaria alta. Luego de declararle la guerra a todo aquel que se atreviera a hablar y mucho menos, a sacar en público su móvil, comencé a leer.

Sin medirme si quiera un poco, mis pensamientos fluyeron de mis labios atravesando como dardos el saló y, cada tanto, clavándose en el corazón hueco de algún estudiante.

    Basura, una porquería… Otra vez basura. Más basura ¿Esto es en serio? Que asco. Por Dios, si sigo leyendo me va a dar cáncer de cornea y tumor cerebral. Señores, su trabajo no es más que una vergüenza para todos los grandes escritores que se han esmerado en crear hermosas y grandes obras de la literatura. Debería darles pena entregar algo así.

Pero cuando estaba por hacer de aquel pilón de papeles un bollo y prenderle fuego en el cesto de basura, como salido del pantano más oscuro, apareció mi flor de loto. El milagro era real y no solo parte de mi imaginación y mi profundo deseo. Una hoja, una miserable pieza de papel que se dejaba acariciar por mis pupilas, que me invitaba a reflexionar sobre mis palabras y me hacía tragar todos mis insultos. Un fragmento perfecto, lleno de gracia, un poco toco quizá, pero no pro eso menos bello. El estilo, incluso la ortografía. Y ni hablemos de la caligrafía de aquella mano maestra.

    ¿De quién es este escrito? Vamos, que no tengo todo el día ¿Quién es el autor intelectual de esta obra?

No salía de mi asombro. Aquella persona no aparecía ¿Acaso temía por mi ira? ¿Tan mala y gruñona me veía? Bueno, sí. Era lógico pero, en este caso, no planeaba defenestrar su creación, sino todo lo contrario. Y hasta que no regresé a mi asiento y me quedé aguardando en silencio con una indignada expresión en el rostro, esa persona no se hizo presente.

    P-profesora Green. Yo… yo escribí eso.

Su voz era tan adorablemente repugnante que logró sacarme de mi transe en fracción de segundos. Mi atención se clavó sobre esa jovencita y desde entonces no logré concentrarme en nada más durante el resto de la jornada. Ella se acercó hasta mi lugar para hablar de su trabajo. La felicité, cosa inusual en mí. Me dediqué a remarcar sus pequeños pero imperceptibles fallos, le indique gustosa que cuando quisiera me buscara para hablar. Incluso me rebajé al punto de sonreírle. No era yo, esa no era yo, definitivamente.

Lo que quedaba del día me lo pasé en la sala de profesores masajeándome la sien con la esperanza de dejar de pensar en aquellos ojos puros y llenos de inocencia. Esa mirada asustada y completamente enternecedora. Quería quitarme de la mente sus palabras, su voz, su perfume.

    ¿Pero qué mierda me pasa? Dios, que idiota soy.

Dejé sobre la mesa central mi quinta taza de café, ahora marcada por aquella negra y fuerte bebida y abandonando la habitación me dispuse a retirarme de mi trabajo. Los pasillos ya no estaban tan pulcros como al comienzo de las clases. El griterío que decoraba cada hueco del instituto se había vuelto mortecino, apagado. El alumnado había ido desapareciendo lentamente y mi sombra era la única y fiel compañera de mis pasos. O eso creía yo.

    Profesora…

Esa voz, esa melosa y acaramelada voz que traspasaba sin invitación ni previo aviso mis tímpanos. No podía ignorarla ni aunque me lo hubiera propuesto de antemano. Fue como un rayo y así de eléctrico e inmediato fue mi reaccionar. Me giré ciento ochenta grados en un solo movimiento. Mi mirada, normalmente perdida y desinteresada por todo ahora estaba llena de brillo y entusiasmo ¿Qué me ocurría? ¿Qué se suponía que era ese sentimiento repentino de alegría y emoción? Estaba ansiosa, mi corazón palpitaba como si el amor hubiera tocado a su puerta. Sí, era desagradable en toda su concepción, pero así de desagradable, también me era inevitable actuar de ese modo.

    Chloe, ¿verdad? La futura escritora. Dime, ¿qué te acontece? Supongo que por algo me detuviste. Intenta ser concisa, por favor, que no dispongo de mucho tiempo.

Era una vil y estúpida mentira. El tiempo me sobraba. En casa me esperaba mi gato y una lata de sopa instantánea. Una serie de películas de la segunda guerra mundial y un pote de helado de chocolate con almendras. No tenía lo que se dice, un plan muy prometedor. Pero no, no debía demostrar mi debilidad por aquella mujer. No tenía que ablandarme solo porque ella escribía como los grandes. No debía hacerlo, ni siquiera considerando el hecho de que su manuscrito me había deleitado y poseía algo único, pero más importante, no tenía que permitir que su talento, su presencia, su dulzura, nada de esas porquerías atribulara mi corazón. No.

Sus palabras fueron breves pero no por ello menos chocantes. Me dejó boquiabierta. Que me dijera que sentía admiración por mi persona, que había seguido mi carrera como escritora, frustrada, pero escritora al fin. Declararme tácitamente su adoración por mí, su fanatismo implícito, que me confesara sin reparo que veía en mí una guía, lo era todo. No podía contener la taquicardia. Casi sin aire en los pulmones ante tal sorpresa, mi reacción comparada con mi deseo, fue paupérrima. No pude más que mirar hacia la ventana con un leve y tonto sonrojo en las mejillas, rascar mi nuca algo nerviosa y con una cara que no demostraba para nada mi alegría, asentir con la cabeza como si de una quinceañera avergonzada se tratara.

Segundos después, la niña sonrió y sin decir más se despidió con la mano alzada al viento para así salir corriendo despavorida ¿La asusté de nuevo? Era una discapacitada emocional. Lo confirmaba y reconfirmaba día tras día. No podía ni por poco demostrar mis sentimientos. Un “gracias” no hubiera estado nada mal, pero claro, soy idiota ¡No pude siquiera dirigirle la mirada! Pensar en que ya tengo veintisiete años y soy incapaz de asumir mis sentimientos deprime, deprime demasiado.

Y así acabó el día. Los rayos del atardecer contra mi figura de camino a casa y el frío viento chocando contra mi corta melena eran los únicos testigos de mi congoja. Al llegar, el maullido seco y carrasposo de mi gato me dio la bienvenida y como había planeado desde muy temprano, preparé mi sopa instantánea y me desplomé frente al televisor  para pasar una noche más desvelándome con películas de dudosa calidad y dedicar mi tiempo libre a encontrar errores de redacción en los subtítulos de cada una de ellas. Mañana sería otra oportunidad más de desaprovechar mi intelecto en aquella escuela, pero ya no lo veía de una forma tan negativa. No podía seguir creyendo que todos los que asistían a ese emporio de inútiles eran realmente tan inútiles como yo asumía. No después de hoy, no después del milagro que presencié en clases.

    Chloe… Chloe, Chloe~

Repetí inconcientemente, acomodándome junto a Whiskers en el sofá. Él me miró como si entendiera que me estaba comportando de un modo muy ajeno a mi forma de ser, peor yo solo le dediqué una mirada furiosa y cubrí con mi mano sus ojos verdes de un modo juguetón. Al final me quedé dormida, el helado iba a tener que esperar para otro momento. Aún así, entre sueños, llegué a oírme repetir su nombre nuevamente. Que asco me doy.

0 pseudo comentarios:

Publicar un comentario

Todos los derechos sobre el contenido de Crimson Room pertenecen a sus respectivos autores. Con la tecnología de Blogger.

Copyright © / Crimson Room

Template by : Urang-kurai / powered by :blogger